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- SAL Y AZÚCAR -

DESDE EL PUERTO

DESDE EL PUERTO

Quiero llegar puntual a la cita. Me espera alguien a quien no conozco, pero que podría reconocer por su olor. Conozco físico y modos de gesticular, no así de su manera de hablar. Y lo imagino riendo y pasándolo bien, tomándonos fotografías que posteriormente quedarán indelebles en nuestras memorias. Hablaremos del más y del menos, pero sobre todo de lo que nos ha traído hasta aquí.

Desde el puerto he visto amanecer

con tu ausencia sentada junto a mí

me ha invitado a no dejar atrás

el capricho de verte sonreír.

Me perfumo delicadamente, con una esencia rara y floral, mi favorita. Elijo asimismo una ropa cómoda, me pongo tacón. Rápida cepillada a mi pelo recién limpio y pendientes llamativos, maquillaje sutil pero que se hace notar. Y me encamino hacia el encuentro, el gran encuentro.

Y cada minuto

espera su turno

se escapa, se pierde,

se une al mar.

Espero un minuto, dos, tres. Hasta diez. Llega el momento en el que me harto de esperar y marco su número de teléfono. Parece que tardan al contestar, y cuando lo hacen, mucho ruido al otro lado. Una ligera equivocación y una sonrisa monolateral hace que todo empiece a ir por donde no se debe, o peor aún, por donde no se debería de haber ido. Sus ojos verdes que se reflejan en los míos marrones jamás encontrarán un camino paralelo, lo siento y lo presiento.

Sobre el agua se dibuja una historia ya dormida,

en silencio escucho el verso de tu despedida.

Parece que hay temas de los que hablar, una invitación para algo que tomar pero no dónde sentarse, sí en cambio ponerse de pie. Y aguanta, aguanta estoicamente para que tu cuerpo diga basta, basta. Pocas cosas en común, otras que sí lo son alguien ya las ha dejado atrás. Y no puede ser que nos hayamos ya visto en otro momento, total, yo ya no pienso repetir. De este agua ya no beberé.

En tu ausencia mi amiga en soledad

me ha contado que el sol sale por ti,

tiemblo, descanso, ahora escucho su voz,

me miro en sus ojos, me llevan a dormir.

La conversación sigue su camino, pero por el que uno quiere, el otro tuerce y dice que no. Ganas de marcharse y de irse a llorar, porqué tiene que pasarme ésto a mí. Vivía de ilusiones la tonta de los cojones, decían por ahí, y razón no les faltaba. Horror del horroroso, miedo del que tuve yo pero esta vea ya no me pillarán confesada porque esta vez diré que no, que no pienso volver.

Y cada minuto

espera su turno

se escapa, se pierde,

se une al mar.

Espero que otros encuentros, o desencuentros, sean mejores que éste, porque no quiero ni pienso repetir. Quiero irme a mi casa, no a llorar pero sí maldecir, hacer el vudú, decir que todo ha sido una mala experiencia, pues de todas ellas se aprende. Ésto me pasa por idiota, que es lo que eres, una idiota que se ilusiona con niñerías.

Sobre el agua se dibuja una historia ya dormida,

en silencio escucho el verso de tu despedida.

Pides en cambio que se haga un retrato, un retrato conjunto contigo. Entonces él te abraza por detrás, no sin mostrar asombro, y desde ese reflejo en el que os veréis posteriormente, o mejor, lo verás tú, ves que uno sale serio y la otra con cara de imbécil, la que te ha quedado después de verle. Si una sonrisa es natural, se nota. Y esta vez quedaste apocada, con cara de circunstancias.

Quisiera tenerte aquí un segundo,

decirte que el mundo no tiene luz.

Y os despedís, cada uno a su casa. Dos besos rápidos y esencias que se intercambian hacen su simbiosis. Flores raras más resinas añejas, combinación indeleble que hará que caiga el telón de esta función en la que los actores aún no estaban dispuestos a salir al escenario, sino que se dedicaron a sobreactuar y algo no salió bien. Pero no habrá más sesiones. Nunca más.

Sobre el agua se dibuja una historia ya dormida,

en silencio escucho el verso de tu despedida.

 

P.D. El texto en cursiva corresponde a la canción "Desde el puerto" de La oreja de Van Gogh. La foto está hecha por mí desde un tren.

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