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- SAL Y AZÚCAR -

CALMA APARENTE

CALMA APARENTE

Después de unas idas y venidas,  después de comidas de tarro innecesarios, después de batirse el mar en un duelo que no parecía terminar; parece que la calma aparente ha llegado. Entra el calor, las flores florecen (sic.) y el timón ya no es tan resbaladizo.  Puedo coger el rumbo del mismo, a pesar de que este mar sigue fiero pero bajo una -exactamente, os he quitado la palabra de la boca- calma aparente.

Aprendo a no preocuparme por cosas que sucedieron en un pasado y que sin embargo vuelven sin que yo lo quiera, pero el resorte; es decir, el mar, se eriza y se arquea como gato asustado. Y araña, por ende. Y hace daño. Lo ves como si te hubiera pasado hace tropecientos mil años pero como que la herida aún está tierna, no ha cicatrizado.

Es raro poder comprobar cómo ciertas cosas han cambiado, quién ha puesto a quién en este sitio de la vida, que gracias al timón que dirijo como capitán que soy del barco que se llama VIDA he podido defender muchas tempestades y asimismo he visto tantas calmas, que por acción del sol de la vida brillan sobre mi cabeza como deseos recién llovidos del cielo.

Y si diez años después nos volvemos a reencontrar, decían Los Rodríguez, añado yo lo siguiente; me gustaría saber si vuestra vida es tan agradable y tan ideal como la pintan, si el tiempo ha hecho mella en los rostros que aparentemente el tiempo parecía que no ajara jamás. Pero puedo comprobar que el tiempo ha corrido en cuenta vuestra, que a través de ciertas palabras hacéis como si nada hubiese pasado... pero ya se sabe, agua pasada no mueve molino.

Me gustaría, ya en último lugar, que os postráreis ante el capitán, como digo, de este barco que yo he sabido botar con el sudor de mi frente, del que he elegido mi tripulación y que toma el rumbo que yo quiero.

Y que dure por muchos, muchos años... para jamás naufragar.

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