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EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

En el País de las Maravillas suceden cosas peculiares. No hay que estudiar, no hay oposiciones, no hay enchufes ni cables a los que agarrarse, por ningún lado. Se hace el vago, se tocan los cojones porque no hay jefe que diga que hay que levantar el país, como si ya no estuviese caído del todo. Tampoco hay paro, la gente sonríe por la calle, es feliz simplemente porque no hace nada, ni siquiera de provecho. Todos se tratan con respeto, deferencia y armonía. No hay ni seres superiores ni seres inferiores, simplemente son todos iguales.

El País de las Maravillas está recubierto de una fina capa de polvo, pero en cuanto se limpia, tiene más luz y color que ninguno. Huele a un perfume rico y perdurable, de ésos que dejan huella. De los que alguien diría "puedes sentirme, pero no tenerme" y sonreír otra vez con esos dientes tan perfectos, como una persona que ya está acostumbrada a los flashes y a que le digan cosas bonitas, de lo contrario te ningunearía.

En el País de las Maravillas siempre hace buen tiempo, de hecho nunca se pone el sol, y puede que éste convive perfectamente con las estrellas. Ambos dan una luz, un fulgor que es incomparable al del resto de las galaxias. No nos podemos comparar con otras zonas porque son peores que la nuestra, ¡faltaría más! Y por supuesto, no hay nubes que descarguen agua y / o que tiñan todo de gris. El cielo es azul y sin nubes, maravilloso.

El País de las Maravillas, por supuesto, está lejano y nadie lo puede alcanzar. Ni siquiera los más ricos del barrio, que presumen de lo que tienen sin ningún reparo. Saben que no podrán conseguirlo, pero se empeñan en dicha misión. No quieren ser como la gente corriente, quieren ser distinguidos como su abolengo les permite.

Está, sí, más allá...

 

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