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- SAL Y AZÚCAR -

¡AAAHH!

¡AAAHH!

¡Ahhh el verano! Que no sabes si ir al mar o a la montaña, con tu novio o con tus amigos, en coche o en avión... es todos los años prácticamente la misma cruz. Lo que cuenta es torrarse -o quemarse- bajo un sol de justicia y terminar aburrido de todos los sitios. Te resultan todos igual de sosos y la compañía te empieza a cansar. Música chicharrera por doquier, niños haciendo el bobo, abueletes verdes, comida abundante que hace que llegues a casa con unas cartucheras que ya quisiera John Wayne y con un color que, aparentemente, es el que sale en las revistas.

¡Es verano! ¡Tiempo de relax! En apariencia... si coges hotel, pues nada... pero si te apetece apartamente, vaaaaale, tienes la libertad de los horarios, pero ¿quién hace la comida? ¿y friega? ¿y limpia? Ah, la señora de la casa. Claro. Qué bonito está todo. Es que alguien va detrás recogiendo el mando de la tele, las latas de cerveza que hacen colección bajo el sofá, disimulando las colillas -mejor, sus trazas- de los cojines... por no decir que puede que haya algún amor secreto y bajo el somier aparezca algo baboso a forma de cánula larga. Oops.

En esta estación del año, con mosquitos y moscones, intentaré que sea el mejor de mi vida. No haré nada sino dedicármelo a mí misma. Haré lo que dicen las revistas y viviré como una reina. Pillaré cacho y haré lo que me dé la gana. Pensaré con mi pelo y no con mi cabeza... total, soy joven para hacer las locuras que yo quiera... y si quiero, solita.

¡Aaah!

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