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- SAL Y AZÚCAR -

TU PERFUME

TU PERFUME

Ha llegado el momento.

Ha llegado el momento en el que me dices, por fin, lo que llevo esperando tanto tiempo. Y al final de tu boca salen tales palabras, esas mismas palabreas que en mi mente jamás imaginé que fueran tan bellas y dulces a la vez. Mejilla con mejilla, no será para pelear, nos buscamos con la mirada pero con todo a la vez también... para posteriormente buscar tus labios.

Tu sonrisa, tan perfecta como siempre, sé que tiene secretos listos para ser revelados, y que a la vez a esa boca le falta poco para serr besada, y que ésta no me decepcionará. Poco a poco. Me acerco. Te acercas. Y finalmente caes sobre mí, lleno de amor... y tu perfume hace acto de presencia. Dejas que yo pueda olerlo, para llevarme así consigo un recuerdo tuyo, indeleble. Ese mismo perfume, el que sé que tú usas desde hace tanto tiempo y que reconocería aún pasaran más de mil años. Huele a bosques, a liquen y a musgos. A bosques aún vírgenes, como tú, como yo en este momento tan especial. Y desde este momento sé que esta vez el perfume abrasa, casi quema. Y puede que hasta haga daño. Pero me gusta sufrir, ya lo sabes...

Cierro los ojos. Dejo que me toques, que me acaricies, que me tengas contigo y me beses. Pero al mismo tiempo siento que tengo que devolver la jugada, ya que es mi turno... eres mío y de nadie más... Estamos sólo tú y yo en este pequeño planeta... y respiramos libres en un mundo sin tristezas ni penurias... De repente... sonríes, con esos dientes tan perfectos... y quedo aniquilada una vez más... río yo también, río y te abrazo, río y te beso, sin dejar de oler tu perfume, que también te hace compañía junto conmigo... Te cojo de las manos, por los homros, te hago mío una vez más... y te beso una vez más como si no hubiera un mañana.

Pienso a esos bosques vírgenes que conforman tu ser, que han tenido que ser privados de su aroma para ahora lo lleves sólo tú, ese olor tan único y personal. Pero pienso también en ti, por supuesto que sí. Te acaricio sin dejar resquicio alguno, en el pelo, los ojos, las manos y la frente, te beso manos y pies, mientras tú piensas -seguramente- que no hay hombre con más suerte en el mundo que tú.

Rodamos y caemos, caemos y bailamos, bailamos y cantamos... en esta danza hipnótica de la que, una vez más, dejará sólo constancia... tu perfume.

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