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- SAL Y AZÚCAR -

EL JERSEY AZUL

EL JERSEY AZUL

Ayer soñé contigo. Sí, contigo. Llevabas el pelo como siempre, un pelín más corto quizá, pero como siempre desaliñado. Tus ojos azules como el mar, en cambio, resplandecían en la noche, llenando de luz las calles que recorríamos, a paso firme.

Nos conocimos por pura casualidad, ya que el uno no sabía de la existencia del otro. Sólo sabíamos que la otra persona había nacido el mismo día, mes y año que el otro... gran casualidad ésta también... que ha hecho que nuestros caminos se unan. Y por ésto estamos aquí, en un país que te ha dado, que nos ha dado tanta felicidad... el que nos acogió. Nos encontramos en Londres, un Londres extraño y lluvioso que dejamos atrás, tras nuestras cabezas.

Y sin darme cuenta, sin querer, te beso. Te beso en la mano derecha, que sostiene la mía. Tú me sonríes, y me devuelves el beso... pero en la boca, sobre mis dulces labios. Cogemos el metro, y allí a jugar y a divertirse, como unos chiquillos que no quieren que el juego acabe. Iremos a visitar Museos y exposiciones. Pero tu cara de chiquillo travieso no desaparece, es más, sigue reflejada en mí, mientras mi larga melena lisa y oscura te atrapa. Sigues besándome como si no hubiera un mañana, es increíble cómo todo ésto puede ser cierto. Y lo es, real como la vida misma, sí.

Cierro los ojos, y me viene a la mente una cama que se deshará y se volverá a hacer. Mientras nosotros acurrucados, retorcidos, regalándonos amor. Esa cama se hará con amor y se deshará también con amor. Un escalofrío que puede traer vida algún mes después. No importa si él o ella. Lo que importa es que sea guapo como tú. Y que seguramente hablará cuatro idiomas. Pero tengo que dejar de soñar ya que todo desaparece en la nada, en una nube tonta que se posa sobre nosotros, que seguimos allí.

Tú te tienes que ir, pero sólo un momento. Te espero, y los minutos se hacen horas, las horas tardes, las tardes eternas. Ya no vendrás, ya no estás aquí. Y me marcho a casa, cabizbaja. Pero cuál es mi sorpresa al ver que en mi habitación hay un jersey azul. El mismo que llevabas tú. Lo huelo, lo toco y lo miro. Me abrazo a él. Me queda pequeño, pero es el recuerdo de que aún te tengo. Estará ahí haciéndome compañía. Quién sabe si lo dejaste ahí olvidado tú, para decirme que estarás siempre y en todo lugar.

Mientras yo tendré este jersey azul conservado como oro en paño...

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