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- SAL Y AZÚCAR -

TRIBURBANA

TRIBURBANA

Enfilo Gran Vía sin mirar atrás, sin pensar en los varapalos recibidos, sin rencores y sin amarguras. Atrás, como digo, dejo desilusiones y esperanzas truncadas a la mitad, amarguras que ya no saben a nada. Caen ya los últimos rayos de sol para dar paso a una noche que te valdrá para divertirte, para airearte y sentir cosas ya vividas, por lo que la quieres exprimir al máximo, como una naranja con su zumo.

Paso el edificio de Metrópolis y puede que Fritz Lang tuviera algo de razón allá por los locos años 20. Locos años 20 que estoy atraversando con pena y con gloria, década que me está sabiendo bien, ya que los sabores de la vida -una vez más- han sido de todo tipo, pero me atrevería a decir que son dulces, dulcísimos.

Obras, construcciones, proyectos atravieso, y parece que es mi vida todos ellos. Cimentados con tesón y alegría, a veces basculantes, pero siempre firmes y que resisten al paso del tiempo. Se ensucian, se manchan, se estropean pero en cuanto se restauran quedan como nuevos. Y tomo fotografías como la que ilustra aquí, gente anónima, triburbanas a la búsqueda de un sitio que tarde o temprano llegará.

Explanada a la que llego y en la que me tumbaré y reconoceré, besaré bocas y estrecharé manos. Mis pies, después del duro esfuerzo, sabrán levantarse de los errores pero sabrán una vez más lo que es saber ganar, saber y ganar, para alzarse de nuevo con la miel en los labios y el laurel sobre la frente...

Tarde o temprano, ese momento, llegará... Sonrisa

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